lunes, 16 de noviembre de 2009

De repente se tiene miedo y no se sabe por qué...


Te quiero; y no, nunca he dejado de hacerlo. Sigo lanzando besos al aire cada noche antes de ir a dormir con la esperanza de que así, tal vez tú, pienses un poco en mí. Y no puedo evitar analizar cada segundo el ángulo en el que te encuentras por si acaso tu mirada, en algún momento (al cual yo llamaría mágico- especial), se cruza con la mía. Que por las mañanas abro los ojos muy lentamente para que el hecho de que tu no estés a mi lado, me duela un poco menos. Que busco casualidades (que en el fondo están más que premeditadas) para encontrarme contigo. Y todo esto me está destrozando, me está destiñendo el corazón, ya no brilla. Porque siento que ya no puedo amar, no a alguien que no seas tu, durante más de 5 minutos seguidos. Que me duele el alma, la tripa y hasta los dedos de los pies. Que siempre sigo adelante pero con la esperanza de que tal vez mañana sea el día en el que me esperes en mi portal dispuesto a quererme de nuevo. Pero ese día no llega, ni tampoco llega el día en el que yo me de verdarera cuenta de ello. Y me duele porque no soy capaz de dejar de quererte. Porque prefiero sufrir queriendo(te), a dejar de hacerlo. Porque un día alguien me dijo que hay personas que necesitan vivir enamoradas y cuando dejan de hacerlo se mueren por dentro. A si que tal vez sea por eso por lo que necesito creer en el amor, aunque me duela. Porque el hecho de ser incapaz de querer me aterra.